El día empezó bien, sin lluvia, con solecito agradable que motivó la instalación del cenador recién comprado (pues el anterior lo rompió una ráfaga de viento en el mes de agosto).
Con ayuda de mi hermana, mi marido y un policia que pasaba por allí, abrimos el cenador y comencé a colocar la mercancía.
Pero alguien le puso el despertador al viento y éste no faltó a la cita.
Empezó a soplar y a soplar y a soplar (parecía el lobo del cuento de los tres cerditos) y desde luego, aunque me dio tiempo a quitar las camisetas, los bolsos y las cuerdas que ataban las patas del cenador a la valla y al banco... no me dio tiempo a plegarlo ...
Sniffffffffff!!!!!!! Rompió!!!!! Menos mal que la gente de los puestos cercanos me ayudó a cerrarlo y guardarlo.
Como el viento seguía soplando, tuve que usar el paquete del gacebo como contrapeso en el perchero de camisetas y poner éste de forma que le diese sombra a las galletas...
Menos mal que no llovió.
Pronuncié las cuatro palabras en inglés que recuerdo (este año prometo estudiar el idioma) , conocí gente estupenda (es siempre una experiencia nueva poner puestos en la calle y/o mercadillos) y sí, algunos de mis broches lucirán por Inglaterra, y alguna camiseta. Eso me gusta, aunque no lo vaya a ver yo personalmente.
Las galletas me las compran normalmente mis paisanos ferrolanos, lo cual me gusta casi más, pues los tengo cerca y si quieren galletas no tienen otra cosa que hacer que decírmelo.
Las piruletas siguen siendo las preferidas para todos:
comiendo una piru-galleta con anillos de flores a tutiplén
La verdad es que da gusto ver la cara de los niños mientras se comen las galletas.
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